martes, 1 de septiembre de 2015

¿De qué hablamos cuando hablamos de Globalización?

“La globalización del mundo expresa un nuevo ciclo de expansión del capitalismo, como forma de producción y proceso civilizador de alcance mundial. Un proceso de amplias proporciones que abarca naciones y nacionalidades, regímenes políticos y proyectos nacionales, grupos y clases sociales, economías y sociedades, culturas y civilizaciones (Ianni, 2004, p. 11)

¿De qué hablamos cuando hablamos de Globalización? En lo general y tomando como referencia a Bauman (2009) nos referimos a una serie de procesos de transformación profunda y multifacética en el orden social y en los parámetros de la condición humana derivados de: 1) la comprensión tiempo/espacio; 2) la dimensión planetaria emergente de los negocios, las finanzas, el comercio y los flujos de información; 3) la deslocalización y desfronterización de la actividad corporativa y política; 4) la movilidad permanente de los individuos y los valores; 5) desequilibro y desigualdades en el ejercicio de la libertad; 6) segregación, separación y marginación social progresiva; 7) tendencias neotribales, fundamentalismo e hibridaciones culturales; 8) la interrupción progresiva de las comunicaciones entre los distintos segmentos poblacionales; 9) surgimiento de centros de producción de significados y valores extraterritoriales; 10) pérdida del poder, soberanía política y desarticulación del Estado/Nación; 11) articulación del panóptico y el control social; 12) bifurcación y polarización de las vivencias humanas; 13) aparición de nuevas clases sociales, estratificación del poder, incremento de las brechas socioeconómicas y la construcción de nuevas jerarquías sociales, políticas, económicas y culturales de alcance mundial; 14) expresiones radicales y polarización de las tendencias ideológicas; 15) implosión del tiempo de las comunicaciones y aceleración del espacio electrónico; 16) polarización de la condición humana; 17) fragmentación del espacio público, disgregación de la noción de comunidad y la segregación de las poblaciones; 18) desaparición de las fronteras naturales; 19) la hiperindustrialización y el hiperconsumo como racionalidades de sentido; 20) desplazamiento del capital.
            Ianni por su parte (1996) incorpora a esta visión la condición de homogeneización de las estructuras y preferencias del mundo. Acota que a pesar de la diversidad civilizatoria se ha articulado un idioma universal soportado en la racionalidad tecnocrática, instrumental, mercantil y consumista del mercado y la mercancía. La Globalización  es un eje de la economía-mundo; una derivación del capitalismo histórico. Son pues, las relaciones, procesos y estructuras de dominación política y apropiación económica en el ámbito global, las que permiten atravesar territorio, fronteras, naciones y nacionalidades” (p. 21) generando un sistema-mundo imperialista, occidentalizado, individualista posesivo, despersonalizado, de dependencias desterritorializadas y la internacionalización del capital. De esta forma Ianni define a la Globalización como:
“la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son modelados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa. Éste es un proceso dialéctico porque tales acontecimientos locales pueden desplazarse en dirección inversa a las relaciones muy distanciadas que los modelan. La transformación local es tanto una parte de la globalización cuanto la extensión lateral de las conexiones sociales por medio del tiempo y el espacio” (Ianni, 1996, p. 163).
            A la dimensión económica Ulrich Beck incorpora la salida política haciendo alusión al Estado nacional y su disolución, así como a categorías tales como división del trabajo, modos de producción, prestación de servicios, politización trasnacional, eliminación de normativas sindicales, renacionalización, Estados territoriales. Así concluye definiendo la globalización como: “los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores trasnacionales y sus respectivas probabilidades poder, orientaciones, identidades y entramados varios” (Beck, 1998, p. 29)
     Nos hemos adentrado en una fase del proceso civilizatorio que está transformando los cánones, las prácticas humanas, los modos de vida, los pensamientos y las ideologías. Existe una nueva tensión y sus respectivas contradicciones. Los entornos y los contextos están cambiando y por ende, transformando la condición humana. Como bien apunta Bauman, tiempo y espacio se comprimen; los negocios adquieren una dimensión planetaria; los flujos comerciales, financieros y comunicacionales se deslocalizan; la movilidad y la libertad se transforman en la moneda de cambio.
     Todo y todos nos estamos volviendo globales: los espacios públicos, los negocios, las empresas, las marcas, las ideas. De ello derivan pues nuevas exclusiones, segregaciones, fragmentaciones, marginaciones, hibridaciones. Nuevas brechas se abren entre ricos, pobres, nómadas, sedentarios, los que se ubican dentro y fuera de la ley. Todas las industrias, incluyendo las culturales se han tornado “centros de producciones de significados y valores extraterritoriales” (Bauman, 2009, p. 9). La noción de aldea global, de vecindario, de barrio glocal, es la condición de las signópolis contemporáneas.
     La globalización, con todos sus matices, pretende imponer significados y controles sociales compartidos en los terrenos financieros, políticos, económicos, mercantiles, comunicacionales, artísticos y culturales. Las fuerzas, las jerarquías, las libertades, los poderes, las conexiones y las decisiones han disuelto las fronteras geográficas y por ello, nos adentramos en una era signocrática supranacional plagada de asimetrías y desplazamientos.
     La grave afectación que esto tiene sobre la condición humana, ha generado nuevas resistencias y confrontaciones en relación a la otredad, la alteridad y la propia identidad. El desafío globalizador es el desafío metacomunicacional; es el que pone en tela de juicio las unidades territoriales, identitarias, temporales y sociales.
     El efecto globalizador como una extensión del capitalismo salvaje, sus modos de producción y su racionalidad, ha transformado la noción de colonialismo, imperialismo, dependencia e interdependencia, así como la idea misma del Estado-Nación. Las nuevas tecnologías, los nuevos métodos de producción, la división internacional del trabajo, la universalización de los mercados, la reconfiguración supranacional de los hiperconglomerados, la idea del supermercado mundial, la reproducción en moldes de marcas, creencias e ideologías, la desterritorialización de cosas, personas, ideas a partir de las telecomunicaciones, la reorganización de la geopolítica de la información, la tecnificación del trabajo y la descentralización de los poderes, ha generado nuevos antagonismos entre lo nacional, lo regional y lo global; lo de arriba y lo de abajo; lo del norte y lo del sur; lo del este y el oeste (Ianni, 1996).
     Los signos de la globalización son los del capitalismo, los del mercado y el espacio controlado y disponible, los de la mercancía, la tecnología, el marketing, el lobbying y la industrialización (Ianni, 2004)
     La grave afectación que esto tiene sobre la condición humana, ha generado nuevas resistencias y confrontaciones en relación a la otredad, la alteridad y la propia identidad. El desafío globalizador es el desafío metacomunicacional; es el que pone en tela de juicio las unidades territoriales, identitarias, temporales y sociales. Expulsión, implosión, reducción, marginación, exclusión, se transforman en indicadores de grado cero en este movimiento que excede la mundialización de los significantes y significados en una condición cada vez más violenta, profunda, densa, interconectada, acelerada y universal. Todo ello, pone al hombre en una condición más vulnerable y artificial, generando problemas culturales, religiosos, lingüísticos, raciales, sociales, psicológicos, económicos, políticos y artísticos.

     La mundialización de la globalización ha reconfigurado todo, expandiendo la fábrica por todo el globo terrestre. Convirtiendo lo tangible en intangible, colocando al signo en el centro del sentido social. Las industrias culturales, entre ellas el arte, no se han quedado al margen de la disputa de la globalización.

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